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El problema de la política es ella misma. Así de claro. No me gusta meter a todos los políticos en el mismo saco porque no todos son iguales, pero últimamente se están ganando a pulso el descrédito y la mala imagen que tienen entre los ciudadanos.

Por poner algunos ejemplos, la actuación de las diferentes instituciones públicas en la DANA que ha asolado Valencia ha sido lamentable, especialmente la del president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, enrocado en su silla. Cualquier persona con sentido común no querría ni salir a la calle después de lo sucedido.

Tampoco es buena la situación en la que se encuentra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: su mujer y su hermano están imputados. Además, del que fuera su mano derecha en el Gobierno y en el PSOE, José Luis Ábalos. No entraré en si son culpables o inocentes, eso le corresponde hacerlo a los jueces, pero no es lo más idóneo.

En Baleares también tenemos lo nuestro: esta misma semana el PP se ha equivocado en la votación y ha aprobado una treintena de enmiendas de Vox que eliminan el catalán de la Educación o permiten construir en ANEI. Para evitarlo, el Govern prepara un decreto, pero la oposición no se resiste a sacar tajada política y no pondrá fácil su aprobación. Todo ello, pese a que lo contrario supondría la aplicación de medidas que van totalmente en contra de sus principios. Podría seguir, pero no tengo mucho más espacio y tampoco quiero cansar a los lectores. Con estos ejemplos ya se pone de manifiesto que el problema de la política es la política.

Los políticos tienen que entender que son servidores públicos y que su función es solucionar los problemas de los ciudadanos y no incrementarlos. Si no cambian, los populismos seguirán ganando terreno.