Mi memoria no llega ni al 20% de la que tenía a los 20 años, que ya no era lo que fue a los 14, de manera que si ahora tuviese que hacer el bachillerato de aquel tiempo, que era muy memorístico, suspendería todas las asignaturas. No sabría nada, como los estudiantes del presente, que al haberse erradicado de los planes docentes la memorización, hasta tienen dificultades de lectura. Difícilmente habría conseguido ser un competente perito agrónomo, con la cantidad de plagas, tratamientos y variedades de viñedo que había que aprender. Pero bueno, es igual. Achaques de la edad. Me alegro de haber perdido la memoria, porque así ya no me invento recuerdos, esa actividad a la que todos somos tan aficionados. Lo que me permite utilizar mí ya menguante inventiva para cosas más útiles y gratificantes. Urdir pretextos, construir excéntricas teorías, eludir a capullos y piradas, ponerme a buen recaudo, divagar, salvar el pellejo, etc. Y de rebote, al no añadir más recuerdos falsos, también gano espacio en el cerebro, que de ser una abigarrada tienda de complementos y objetos de regalo, pasa a ventosa ermita románica.
Achaques de la edad
Palma21/10/24 4:00
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