La sonrisa en silla de ruedas
Tengo un vecino en el barrio que siempre sonríe. Tiene una sonrisa beatífica. No bobalicona. En estos días de calentamiento general es un bálsamo verle. Mi vecino va en silla de ruedas. He visto al paso de los años como ha perdido la movilidad, desde aquellos andares torpes con un zapatón que le equilibraba a su actual dependencia. Siempre le veo solo. No pierde la sonrisa.
No sé ni cómo se llama ni dónde vive. Solo que me alegra verle, me conforta que en esta vida en la que nos la pasamos quejándonos a la mínima contrariedad, los que no deberíamos, él, un hombre que no camina, de alguna manera vuela por la vida. Hoy, por primera vez en muchos años, le he visto acompañado. Creo que era su hermano. Se le parecía. Me dio un subidón verle con alguien, escuchar su voz, estábamos sentados en el mismo bar, en mesas muy cercanas, y como siempre nos saludamos.
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