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El próximo domingo, día 2, tendrá lugar en Palma un acto contra la derogación de la Llei de Memòria Democràtica. El progresismo tiene previsto hacer piña para oponerse a las intenciones de sectores reaccionarios de reducir a cenizas el legado de las víctimas del fascismo en nombre de una supuesta ‘concordia’. El peor peligro es que estas cenizas acaben difuminadas por el viento del olvido. Y eso, y no la concordia, es lo que parecen buscar los que desprecian el ejemplo de dignidad que dieron aquellos mártires en defensa de la libertad.

La vigencia espiritual y moral de estos mártires sólo subsistirá entre nosotros, pudiendo mirar con orgullo a las generaciones futuras, si sus nombres y sus obras siguen honrándose hoy en día con la veneración.

La memoria que es la madre de la cultura y la paz. Por eso hay tanto interés entre grupos ultramontanos para destruir el legado democrático. Les puede la inquina. No soportan que se proteja legalmente a quienes jamás pensaron como ellos, y que con su actitud se convirtieron en paradigma de respeto a la soberanía popular. De esta manera, fueron semilla de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgados justo después de la derrota del nazifascismo.

Algunos no soportan que este tipo de la hierba fértil y transformadora crezca bajo sus pies.
Venerar la memoria es el más sólido homenaje a la vida, a la esencia del humanismo. Y algunos quieren pasar la apisonadora de la rabia sobre la ley que salvaguarda esta veneración.