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No seré tan incauto como para ponerme a hablar de las causas, que están por determinar, del derrumbe mortal de la Playa de Palma. Lo primero, lamentar los hechos, lo segundo, saber qué ha pasado, y finalmente, hacer todo lo que se pueda para que no vuelva a suceder. Porque entre los que caen por los balcones y los que se aplastan por escombros, menuda racha. Y seguramente nadie tiene la culpa directamente, pero además de las tristes pérdidas humanas, qué duda cabe que perjudican al destino. Si seguimos así no habrá que aplicar ningún plan de sostenibilidad, vendrán menos sin más. No dejaré escapar la oportunidad para recordar que Playa de Palma es un destino maduro y eso requiere de una atención especial. Son muchos los empresarios, hoteleros y restauradores que han hecho reformas y mejoras carísimas en sus establecimientos para ofrecer un mejor servicio. Un pastizal que ha permitido mejorar notablemente la calidad turística en la zona aunque no siempre ha sido fácil. No hay ayudas y tampoco hay agilidad ni permisos para hacer mejoras. Muchos quieren, pero no les dejan. Ha habido planes en el pasado para acondicionar la planta hotelera pero no para la restauración o el comercio. Tal vez es el momento de levantar la barrera y ayudar administrativa y económicamente a las empresas para que la Playa de Palma sea lo que todos queremos.