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Sí, una autocaravana es un lugar indigno para vivir, como apuntó el alcalde de Palma. No debería ser posible hacer la vida en uno de estos vehículos que permanece estacionado durante meses en un mismo lugar de la ciudad, conectado de cualquier manera al saneamiento público y sin electricidad suficiente. Afirman los caravanistas que esta mala opción de vida es consecuencia directa de los precios de los alquileres de los pisos, que son disparatados en Palma.

Si el Ajuntament está de acuerdo con ellos, como parece, entonces debe coger el toro por los cuernos. Es decir, ha de promulgar una ordenanza que permita una vida digna dentro de estos transportes. Y una vida digna significa que sus moradores puedan salir del vehículo y almorzar, cenar o hacer algún tipo de actividad fuera sin molestar al vecindario. A falta de más información sobre cómo piensa regular el Ajuntament de Palma este tema, dignificar las autocaravanas como residencia habitual implica un montón de cosas.

Por ejemplo, habría que poner sobre la mesa un solar público, anunciar una inversión para dotarlo de todos los servicios necesarios y establecer el pago de unas tasas para sostenerlo. Además, sería obligado interesarse por la situación de cada caranavanista, establecer límites temporales a su precariedad de vida y evitar picarescas mientras se resuelve para cada uno de ellos el problema de la vivienda. Porque, si no, corremos el riesgo de tener autocaravanas esparcidas por toda Palma como si fueran residencias. Y de ahí a que se alquilen como vacacionales hay un paso, un pequeñísimo paso.