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Parece que no aprendemos. La barbarie fascista que provocó el golpe de Estado del 36 en nuestro país y la Segunda Guerra Mundial poco después ha vuelto en todo el mundo y con una fuerza inusitada. La tibieza del PP abrió de par en par la puerta a Vox. No era de extrañar teniendo, como tiene, personajes de esa ideología entre sus filas. La mimetización del PP con los postulados de Vox era previsible y, por desgracia, es inevitable.

El odio y la intransigencia que destilan ambos conduce a este país a alejarse de la timorata democracia que habíamos alcanzado. No gobiernan en el Estado por un puñado de votos. Colectivos marginados, como el pueblo gitano o amplios sectores de la clase obrera, sí clase obrera aunque no quieran reconocerse como tal sino como «clase media», les votan masivamente y con verdadero entusiasmo. A este paso poco falta para que lleguen a Moncloa al grito de esa «¡Libertad!» que cercena la verdadera libertad. Ver a Milei agitando a las masas con su negacionismo y persecución del Estado de derecho y la justicia social es deprimente, pero lo es mucho más ver cómo los medios afines a nuestra derecha lo ensalzan y aúpan como el nuevo mesías. ¿Que ha ofendido al presidente Sánchez, a su mujer, a nuestras instituciones y a los millones de ciudadanos y ciudadanas que le votaron? No pasa nada, se lo tienen merecido por okupas del Gobierno que nos pertenece y por ser temibles y peligrosos socialistas que acaban con el bienestar de la «gente de bien» gritan al unísono correveidiles del periodismo más rancio y casposo de este ya aborrecible y a este paso invivible país.

Y mientras la izquierda haciendo lo que mejor sabe hacer: mirándose el ombligo, elucubrando cómo zancadillear al que está a mi lado, y haciéndose un harakiri del que tardaremos décadas en recuperarnos, si es que alguna vez lo hacemos. Sí, el panorama de esta España es desolador y lo es más viendo cómo el fascismo va creciendo e inundándolo todo en todas partes del mundo. ¿Cómo es posible que todo esto esté pasando? ¿Cómo hemos dejado, cuando no aupado, a estos personajes al poder? ¿Qué dirán nuestros nietos cuando estudien este período de la historia? Quizá no digan nada porque las políticas negacionistas de estos bárbaros habrán acabado antes con nuestro planeta.

Grave es que, como decía la canción, corran malos tiempos para la lírica, pero lo aterradoramente desolador es que los tiempos que corren lo que son es malos para la democracia.