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En esta novela de Lisa See, llevada al cine en 2011 por Wayne Wang (La flor de nieve y el abanico secreto), dos amigas de Hunan, ligadas por el vínculo del hermanamiento laotong, en la China imperial del siglo XIX, se comunican sus cuitas mediante un abanico, usando la escritura fonética femenina secreta Nü Shu. Estos días se habla mucho de elecciones y nuevos arcos parlamentarios. Es llamativo ver como ese abanico, reflejo de la voluntad popular, se va cerrando. A partidos legalmente constituidos, pero políticamente «incorrectos», se les aísla con un «cordón sanitario», sin abordar las causas que motivan su constante ganancia de votos. Ese movimiento de mordaza conduce a que, en lugar de expresar sus ideas en la cámara, lo hagan en la calle, quizás con más furia. La violencia se ha visto en Eslovaquia, donde Juraj Cintula -del que convenientemente se han distanciado las fuerzas políticas calificándolo de «lobo solitario»- declaró haber disparado cinco tiros al primer ministro Robert Fico. El autor confeso de esa violencia magnicida tiene un discurso dispar. Por un lado Cintula está en contra de la abolición de la radiotelevisión pública, pero abogó por crear milicias armadas contra los inmigrantes y manifestó desprecio por la minoría gitana. Claro que si los países, en lugar de sentarse a dialogar y resolver sus diferencias, se lían a tiros y guerras, no puede sorprendernos que los ciudadanos se sientan legitimados a actuar igual. Una cosa es condenar los crímenes de los extremismos (Resolución 1481/2006 del Consejo de Europa) y otra plegar el abanico poniendo barreras o cordones, porque de tanto cerrarlo, al final solamente vamos a discutir con nosotros mismos. No es fácil resolver las discrepancias, pero ni las mordazas ni las armas son la solución. Se puede matar a una persona pero no a una idea. No pagamos a los políticos para embarrarse mutuamente sino para resolver los problemas y abrirse al diálogo con todo el abanico.