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Durante más de dos décadas, Venezuela se ha enfrentado a un bloqueo implacable y a un genocidio flagrante; por ello padece escasez de medicamentos, terrorismo de Estado y saqueo sistemático de sus recursos. Este asedio, perpetrado por el imperialismo yanqui y sus cómplices, ha alcanzado niveles inimaginables en la última década. Acompañado de una despiadada campaña mediática dirigida por los intereses del Club Bilderberg y los poderes financieros internacionales, este cerco ha demostrado ser una hipocresía descarada en nombre de la libertad y la democracia.

La revolución chavista-bolivariana, a pesar de sus errores -que los tiene-, virtudes y aciertos, cuenta con una de las constituciones más progresistas y democráticas del mundo. Todo ello unido a su transparente y fiable sistema electoral, reconocido, entre otros muchos, por el mismísimo expresidente Jimmy Carter y su prestigiosa fundación.

Mientras tanto, la intervención del imperialismo yanqui ha promovido y promueve a candidatos convictos y confesos como María Corina Machado, conocida por su historial violento y antidemocrático y por su servilismo incondicional a los intereses del imperialismo yanqui. Su intento de socavar el proceso electoral venezolano solo revela la verdadera naturaleza de la injerencia extranjera. Es esencial recordar que en estos comicios se han inscrito 13 candidatos, reflejando una diversidad política sin precedentes en la historia venezolana. Esta amplia participación evidencia la vitalidad de la democracia en el país, desafiando los intentos de deslegitimación desde el exterior.

En este contexto, la elección del próximo 28 de julio se perfila como un momento crucial para Venezuela y el mundo entero. La determinación del pueblo venezolano de defender su soberanía y su proyecto político es innegable. Nicolás Maduro, respaldado por la voluntad popular, continuará liderando el país hacia un futuro de dignidad y justicia.

Entonces, cabría preguntarse por qué los gánsteres de la modernidad tienen tanto odio y sobre todo tanto pánico a la victoria del próximo 28 de julio del chavismo. La respuesta es simple. Su ejemplo va a significar la consolidación pacífica de la democracia y del socialismo del siglo XXI en Venezuela, Brasil, Bolivia, Colombia, Cuba, Honduras, México, Nicaragua, el Caribe, etc. A lo largo de los cinco continentes se expande el modelo político, social y económico, que conlleva una convivencia más democrática, justa y humana. Más allá se abre el pánico al neoliberalismo basado en la explotación sin límites de las personas y los países.