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Cada año se habla, por lo menos en dos ocasiones, de la relevancia del cambio de huso horario en España cuestionando la necesidad de adaptar nuestros relojes al sol, en base a criterios de eficiencia energética. En ese debate, también se le ha dado vueltas a la posibilidad de equiparar las Islas Canarias al resto del Estado a lo que los canarios nunca han estado a favor. Su posición geográfica seguro que lo justifica, tan al oeste del Meridiano de Greenwich, que viven una hora menos que los demás españoles. Su posición, nunca mejor dicho, les proporciona, además, una promoción incalculable cada día del año, cada hora del día y en cada medio de comunicación, para recordarnos aquello de «una hora menos en Canarias». El valor comunicacional de tal matización, que suena en nuestra mente como un martillo pilón, les dota, sin gastar ni un euro, de una resonancia enorme. En Baleares, por envidia cochina, ya les copiamos en su día lo del setenta y cinco por ciento de descuento de residente. Tampoco nos vendría mal cambiarnos de huso y, también dada nuestra posición geográfica, tan al este de la capital del reino, pasarnos a una hora más. Así, miles de veces al año, se oiría por toda España aquello de «son las cinco, una hora menos en Canarias y una hora más en Baleares». Y no me negará que siempre es mejor ser más que menos. Ahí lo dejo.