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La madre de Cervantes se llamaba Leonor y se apellidaba Cortinas. Él padre se llamaba Rodrigo. A su hijo decidieron ponerle por nombre de pila Miguel pero los ingleses lo conocen más como Michael. Entre nosotros ha sido siempre también norma traducir al español los nombres de los reyes y los papas y costumbre tanto o más antigua hacer lo mismo, aunque con criterios más bien erráticos, con los de los genios clásicos de la literatura y sus personajes. Alejandro Dumas y Edmundo Dantés. Carlos Dickens y Oliverio Twist. Julio Verne y Miguel Strogoff. A todos ellos nos los hicimos nuestros, o nos los hicieron nuestros, con el simple hecho de ponerles los nombres que muy bien hubieran podido ser los de nuestros amigos del colegio. Pero a ver por qué, me he preguntado yo más de una vez, mientras a Arthur Gordon Pym a muchos nos lo presentaron de jovencitos como Arturo y así se nos ha quedado para siempre, Poe no dejó de ser Edgar. .O por qué Walter Scott nunca fue Gualterio si el caballero desheredado por Cédric el Sajón, como vimos cuando se despojó del yelmo, era Wilfredo y no Wilfred. Incluso a Agatha Christie, tan inglesa ella, le mantuvimos la hache de su nombre de pila a pesar de lo fácil que era quitarla, mientras al más famoso de sus detectives nos referimos con respeto las más de las veces como Hércules y a su muerto más importante como Rogelio.