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Decía el presidente francés François Mitterrand que no es verdad que la Historia se repita, lo que ocurre es que pasa por los mismos lugares. El desafío es el mismo que en un momento del pasado, pero los actores son distintos, las circunstancias pueden haber cambiado.
Desde que Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022 vivimos, por lo menos en Europa con dos certidumbres: este escenario ya lo vivimos hace 85 años y la Rusia de Putin no puede ganar esta guerra, no podemos permitir que la gane.
Uno no sabe si estamos en mejores o peores condiciones para afrontar la creciente inestabilidad política mundial, especialmente desde que Irán se ha involucrado directamente en el conflicto de Oriente Medio con un ataque contra Israel. En las elecciones norteamericanas de noviembre próximo habrá que elegir entre un candidato de 82 años (con algunas dudas sobre sus facultades) o Trump de peregrinaje por los tribunales de justicia con diferentes imputaciones y con la idea de que EEUU no debe involucrarse tanto en la defensa de Europa.
Rusia en manos de Putin que añora el imperio soviético que no puede restaurar pero que tiene el arma nuclear. China en manos de una gerencia dictatorial implacable, empeñada en un nuevo orden mundial en el que sea actor decisivo. Alemania y Reino Unido por vez primera con liderazgos irrelevantes. Francia perdida en mil batallas internas e Italia con un gobierno transitando de la extrema derecha a la derecha radical. Y añadamos a un Netanyahu en Israel sin escrúpulos ni piedad para responder al terrorismo de Hamás.
Por otra parte, tenemos una UE sin capacidad para intervenir decisivamente en la solución o contención de los conflictos, aunque la democracia hace de barrera para los conflictos bélicos. Tengo la intuición de que si hubiésemos tenido un ejército europeo, Putin no se hubiera atrevido con Ucrania.
Venimos de un sistema de reparto de áreas de influencia con riesgos calculados que saltó por los aires con la implosión de la URSS y no hemos sabido sustituirlo por otro eficaz. El mundo es más libre, pero más inseguro.
Cuando en junio de 1914 el archiduque de Austria Francisco Fernando fue asesinado en Sarajevo era difícil imaginar que había saltado la chispa que incendiaria a todo un continente y más allá, provocando según fuentes fiables unos diez millones de muertos y más de veinte millones de heridos.
Todo es poco para defender a Ucrania. Todos los esfuerzos son imprescindibles para la contención en Oriente Medio. De lo contrario corremos el riesgo de que la Historia no solo pase por los mismos sitios, sino que produzca resultados catastróficos. Aunque algunos no lo crean, estamos al borde de una crisis tremendamente peligrosa.