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¡Nos atacan...!, es el grito más antiguo de la historia de la humanidad, tanto si realmente nos atacan como si no, y el favorito de todos los líderes, caudillos o tiranos que en el mundo han sido, y también de cualquier jefe de manada (de macacos, por ejemplo), pues es el ardid más eficaz para cohesionar al grupo a sus órdenes, y la forma más rápida y segura de que nadie te discuta. No falla nunca, razón por la que los buenos estrategas, humanos o macacos, cuando se notan cuestionados, intentan forzar ese ataque para poder gritar ¡Nos atacan…! Incluso los pistoleros más canallescos de los westerns, que usualmente no tienen inconveniente en disparar por la espalda a gente desarmada, si hay espectadores procuran que el enemigo trate de desenfundar primero. Entonces lo acribillan. «Todo el mundo lo ha visto, él me atacó», alegan con suficiencia. Es imposible saber quién fue el primer cabecilla neandertal que profirió ese grito aunque nadie le atacase, pero basta ver cómo en nuestras democracias lo utilizan todos los candidatos electorales, denunciando ataques de aquí y de allá, para certificar su asombrosa eficacia. A estas alturas. No digamos si encima atacan de verdad, con centenares de misiles y drones, como hizo Irán en su respuesta al previo bombardeo israelí del Consulado de Irán en Damasco, aunque eso sí, sin matar a nadie. Entonces ya comentamos (no era difícil adivinarlo), que lo que buscaba Netanyahu era precisamente provocar un ataque brutal, a fin de que EEUU y Europa dejasen de regañarlo y se pusieran incondicionalmente de su lado otra vez. Y ahí tenemos ahora a la comunidad internacional, de nuevo unida, rogándole a Israel que por favor no se exceda demasiado en su justa respuesta defensiva. Me lo figuraba, la verdad, porque aunque no soy experto en estrategia militar ni política internacional, de las frases hechas antediluvianas que aún mueven el mundo lo sé todo. Y ¡Nos atacan!, en cualquier idioma, es la más antigua y exitosa. Casi infalible. ¿Y ahora qué puedo decir? Pues lo mismo que todo el mundo, naturalmente. Implorar a Israel que por favor modere su encarnizamiento defensivo, y logrado ya el efecto deseado, procure no exterminar tanto.