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No atisbo a comprender que todo un presidente del Gobierno de España se erija en valedor internacional del «reconocimiento del estado de Palestina» y emprenda una gira internacional, como un nuevo Pablo de Tarso anunciador de la ‘buena nueva’ que habrá de traer la paz a Oriente Medio. Me inclino a pensar que sus múltiples asesores en política exterior callan como muertos ante lo que deben ver –y lo es– como una iniciativa típicamente ‘posturera’ tendente a tapar a los ojos de los españoles la fragilidad de su gobierno.

Aun así, estimo, deberían ‘vestir ese santo’ con ropajes que no incitaran a la cuchufleta. ¿A qué se refiere el mandatario socialista al hablar de «estado palestino»? El presidente tendría que leer, por ejemplo, el artículo publicado recientemente por Salo Aizenberg, escritor y estudioso independiente del antisemitismo. Son 24 páginas –quizá mucho para un presidente como Sánchez– y no va a resultar fácil resumirlo. ‘Palestina’ fue un topónimo provincial establecido por los romanos en el año 135 de la era cristiana con el fin –aun hoy objeto de deseo de muchos– de borrar todo vestigio de vida judía en la región. Las naciones modernas de la zona, incluida Israel, formaron parte de la región histórica, política y administrativa de Siria o de su equivalente más antiguo, Esh Sham, nunca de ninguna ‘Palestina histórica’ porque esta entidad nunca ha existido, ni política ni administrativamente. El Plan de Partición de Palestina aprobado por la ONU en 1947 recomendaba la creación de un estado judío y otro árabe, que fue rechazado por quienes debían ser sus beneficiarios. En cambio atacaron al naciente estado hebreo, que tuvo que ganarse su independencia en una guerra. La historia es larga pero los hechos son claros: el territorio actual de Israel comprende solo el 18 % del Mandato original de Palestina, recordemos, solo un antiguo topónimo provincial.

¿Sobre qué bases y acuerdos quisiera Sánchez que se estableciera el nuevo ‘estado palestino’? ¿Debería aceptar Israel la autodeterminación nacional de lo que hoy en día no es sino un grupo terrorista? ¿Propone España una vuelta a los acuerdos de Oslo o prefiere que se haga borrón y cuenta nueva? ¿Qué aportaría el gobierno social-comunista español en una hipotética cumbre en la que se establecieran de una vez unas fronteras seguras y unas garantías basadas en el Derecho Internacional? La respuesta es ‘nada’. Sánchez solo está por la foto.