TW
5

Entre 1820 y 1920, cerca de 60 millones de europeos emigraron a América del Norte. Huían de la pobreza, sabiendo que en América había un nivel de vida superior y necesitaban mano de obra.
Entre 1960 y 1973 unos 7 millones de españoles, el 20 % de la población total, abandonaron sus pueblos de origen. Unos 5 millones hacia las grandes ciudades y unos 2,5 millones hacia los países ricos, 600.000 a Alemania. Este país recibió a cerca de 14 millones de inmigrantes del sur de Europa, Marruecos y Turquía entre 1955 y 1973. Desde que el mundo es mundo, los humanos han migrado en busca de mejores pastos, de tierras cultivables, de un futuro mejor. Siempre ha habido algo que motivaba al viaje, a la búsqueda de lo desconocido en la mayoría de los casos.

La gran novedad de este siglo y del último tercio del anterior es que los europeos no emigran (salvo cuando por razones bélicas buscan asilo o refugio en otro país) y en cambio sí lo hacen masivamente inmigrantes de África, Oriente Medio y Asia (excepto Japón). El envejecimiento de la población europea que genera escasez de mano de obra y el descenso de la mortalidad infantil en los países emisores africanos generan demanda de inmigrantes en el primer caso y oferta de emigración en el segundo caso.

La otra gran diferencia es que, en las migraciones anteriores, los inmigrantes se integraban sin problema en las sociedades de acogida porque existía una afinidad cultural. Esto se ha roto ya sea por la diferencia cultural que genera el islamismo radical de tantos inmigrantes como por el abismo cultural de los países de origen de los inmigrantes africanos o chinos, por ejemplo.

Los países europeos necesitan un número adecuado de inmigrantes para suplir a los nativos que ocupan empleos mejor remunerados. Pero no hay manera de saber cuantos podemos admitir cada año.
Ningún gobierno desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha tiene la varita mágica para una política adecuada. No sabemos qué hacer. ¿Cuotas anuales? ¿Qué venga todo el que quiera? Necesitamos inmigración, pero ¿cuánta? Lo que no podemos es incentivar la inmigración con subvenciones que permitan vivir sin trabajar porque una buena parte puede derivar hacia una marginalidad social.

No es aceptable cerrar totalmente las puertas, pero quien venga tiene que integrarse en la sociedad, con respeto. Es posible que en cien años Europa sea islámica si el índice de natalidad sigue siendo extraordinariamente bajo entre las mujeres europeas y muy elevado entre las mujeres de los países islámicos. No sería nada extraño. Son transformaciones que han ocurrido siempre.
Se admiten ofertas para una buena regulación. Porque no quisiera llegar a sentirme extraño en mi propia ciudad.