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El Govern de Prohens ha demostrado una torpeza mayúscula ante un caso de corrupción protagonizado por el PSOE de Armengol. Lo que podría ser un asunto para poner contra las cuerdas a la expresidenta y a algunos de sus exconsellers hoy diputados se ha convertido en un lío administrativo en el que la gestión del Ejecutivo balear no sale muy bien parada, bien por intentar ocultar la realidad o por no saber crear el relato para dañar al adversario.

En primer lugar, parece claro que se mintió al asegurar que el expediente no había caducado, tras lo cual se empezó dar una versión diferente a la que ofreció Iago Negueruela. Es cierto que Armengol tuvo durante tres años montañas de mascarillas ‘fake’ en un almacén, que ocultó que la Guardia Civil estaba investigando la compra, y que se tardó hasta el límite para reclamar el dinero defraudado. Todo esto ya obligaría a más de uno a dejar la vida política, pero el Ejecutivo actual, en lugar de aprovechar la ocasión política, se dedica más a defenderse de los ataques de aquellos que, ante todo lo que se conoce, deberían estar atrincherados para no tener que dar la cara.

También preocupa que el Ejecutivo actual tuviese algún tipo de contacto con la trama del ‘caso Koldo’, que se les pudiese garantizar que no reclamaría el dinero y que hayan dado tantas versiones sobre su gestión relacionado con este escándalo. Preocupa que unos ayudasen a amiguetes pagándoles 3,7 millones a cambio de material defectuoso y que los actuales gestores den una imagen de tanta torpeza, de improvisación total cuando lo tenían todo para llevar la iniciativa política.

Convendría que, además de hacerse fotografías a todas horas y colgarlas en las redes sociales, comenzasen a entender que si gobiernan es porque hay un electorado que busca otra manera de hacer las cosas. Y me temo que lo que piensa su electorado, el que ha conseguido que ellos estén gobernando, les importa un pimiento. Si las fotografías les dejan tiempo para escuchar a los ciudadanos comenzarán a saber que empieza a haber descontento y una cierta desilusión. Y la experiencia demuestra que estas corrientes de opinión al final se pagan en las urnas.