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Hace unas semanas en la sección de cartas al director de este periódico una lectora manifestaba su queja por los ruidos molestos que tiene que sufrir diariamente procedentes de pisos cercanos al suyo. Concretamente criticaba el elevado volumen musical de algunos vecinos a cualquier hora del día y añadía, con toda la razón, que ella no tiene por qué escuchar la música procedente de otros domicilios. En mi finca hay uno de esos vecinos que algún mediodía se suele venir arriba y nos deleita con música a todo volumen. Afortunadamente todavía se corta con el reggaeton, aunque el día que lo haga le denunciaré por mal gusto. En mi barriada, en ese enclave entre Camino de Jesús, Son Moix y La Vileta, tenemos el enorme privilegio de ser testigos de un tipo que se enorgullece de tener el tubo de escape más ruidoso de Mallorca, ya saben, disfruta de hacerlo sonar un día y otro durante la noche para que todo el mundo sepa que tiene un vehículo medio trucado y que él es un figura del volante. Sus neuronas no dan para más. No hay noche que no lo haga sonar con estruendo y me imagino que eso es punible, no sé si de cárcel, pero casi. Otro tipo de la misma especie hace más o menos lo mismo con una moto de gran cilindrada que acelera hasta el máximo entre rotonda y rotonda. Eso también es punible porque es peligroso. Desconozco qué más tiene en la cabeza además del casco. Supongo que en un rally o en una carrera de motos eso es normal, pero no en la calle. Por desgracia este tipo de ruidos y acciones se han normalizado en la Isla. No es solo patrimonio de una zona u otra. Es cuestión de educación y de madurez. Cuando solo puedes presumir de cilindrada por las calles de la ciudad con una moto o un coche tienes una vida con mucho ruido y pocas luces.