TW
1

A los mandatarios europeos les encanta hablar de responsabilidad. Es un acento propio de Bruselas. Un tono habitual de llamar la atención a la ciudadanía sobre cuestiones graves sobre las que hay que adoptar decisiones complicadas que saben que no les gustarán a los ciudadanos. Un paternalismo que tiene un foco u otro según el momento. Tras años de énfasis económico, andan ahora muy preocupados con la defensa, al punto que incluso algún dirigente habla de situación de preguerra y todo, como ha hecho hace unos días el primer ministro polaco. El continente a filas. El discurso generalizado sostiene que la Unión Europea debe reforzar su capacidad militar para ser más independiente sobre todo de Estados Unidos. Se apunta a Rusia como posible enemigo y, a la vez, a riesgos de múltiples focos. La tesis es que para podernos fiar de que los norteamericanos nos ayuden nos tenemos que poder defender mejor.

La consecuencia es que será necesario incrementar los presupuestos de defensa y, por lo tanto, sacar esos fondos de otros sitios donde a la población le gusta más gastar. Igual que lo responsable es no estudiar el día antes del examen, tener la habitación recogida y no contestar, se pretende que los ejércitos estén bien equipados, armados y coordinados para lo que pueda pasar. El discurso opuesto se antoja como algo infantil: si invierto en armamento, el enemigo potencial también lo hará y esas escaladas las carga el diablo. ¡Calla hippie! La postura responsable que se traslada es vaga a la hora de concretar el peligro, pareciera que busca seguridad extra ante múltiples incertidumbres. El discurso militarista choca con la razón de ser de la UE, que siempre fue garantizar la paz desde la cooperación económica y política, no desde la defensa, así que es como un médico que recomendara fumar. Poco caso se le hará.