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Una cosa bárbara. El mejor casino jamás visto. Ni siquiera ha abierto, ni siquiera se ha puesto un ladrillo para construirlo y ya se hacen las mayores apuestas jamás vistas. Nada de a blanco o negro. A todo o nada. De farol todo el mundo, claro y lo que no está claro es que, si la banca gana, ¿quién es la banca? Con todos los líos diferentes que había montados y aparece un proyecto de casino en Tarragona para hacer saltar todo por los aires. Si se asume como cierto el relato cronológico, las diferencias en torno a mil y pico máquinas tragaperras provocan caer los presupuestos catalanes. Con ellos cae el Govern catalán y se anuncian elecciones anticipadas. Con ellas, el Ejecutivo español renuncia a hacer presupuestos para este año y se fía a lo que ocurra en las urnas catalanas. Si los del principio (la antigua marca de Podemos en Catalunya) iban de farol, la catarata de consecuencias es tremenda.

Es algo tan cierto como situar el inicio de la I Guerra Mundial en el asesinato del archiduque en Sarajevo. Que sí que provoca el estallido, pero sin otras muchas otras cosas no hubiera pasado nada. Así que ni Koldos ni novios de Ayuso ni amnistía ni nada. El auténtico detonante ha sido un casino en Tarragona del que, hasta esta semana, nadie había oído hablar más allá del Ebro. Toda la secuencia posterior ha sido un subir la apuesta y no está claro el punto final: se ignora si Puigdemont decidirá cruzar la frontera y forzar su detención pasa ser candidato, por ejemplo. La convocatoria electoral catalana aparece como un gran plebiscito en torno a la extraña coalición parlamentaria que llevó a la última investidura. El resultado tiene más posibilidades de forzar una convocatoria anticipada casi que las próximas europeas. Toma referéndum catalán. El día que se inaugure el casino habrá que estar en primera fila. Promete ser lo nunca visto.