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Ha decidido el Tribunal Supremo que hay que investigar a Carles Puigdemont por terrorismo la misma semana del estallido del ‘caso Koldo’, lo que es una pena porque cuando los dramas llegan tan seguidos no se disfrutan igual. Casi parece que no pasa nada con lo del Supremo de animado que está el caso de las mascarillas. Sin embargo, los dos asuntos tienen una capacidad tremenda para juntarse como un cóctel mortal para el actual ejecutivo. Por mucho que resonara, la amnistía como tal suponía una amenaza relativa para Pedro Sánchez. Por muy alamibicada que resultara la tramitación, antipático que sea Puigdemont o exageradas las posibles cesiones al líder catalán tras el rechazo al primer proyecto legal del texto, la amnistía había provocado un cierto efecto vacuna. Tal era la magnitud del ataque opuesto que suponía un escudo para el bloque gubernamental.

El peligro cierto era una ruptura de la mayoría parlamentaría y a ver qué ocurría en ese momento. Un gripazo fuerte es un contratiempo de salud relativo si el paciente está en condiciones normales. En eso ocurre el segundo de los problemas de esta semana que lo que socava es ese escudo y la buena forma posible para pasar el gripazo. Más allá de la certeza judicial o la profundidad de las acusaciones emerge como personaje el tal Koldo, que tiene pinta de culpable sin ningún tipo de duda. El único antecedente histórico a tal traza es la de Luis Roldán del que, nada más ver una foto ya se entendía el cariz de los acontecimientos. Ahí está la seriedad real del asunto para el ejecutivo, la capacidad de esta trama para hacer explotar cualquier escudo. Igual que a González le socavaron mucho más Juan Guerra o Roldán que cualquier sospecha en torno a los GAL o que la ‘Gürtel’ era más cierta por la existencia de un tipo llamado ‘El Bigotes’ y otro llamado Luis Bárcenas.