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Por fin han caído unas gotas de lluvia. A menos de un mes de la primavera y sus calores, in extremis, ha nevado en el Puig Major. Llevamos dos años sin inviernos dignos de tal nombre. En cualquier momento desde ahora, más pronto que tarde, llegarán los años sin nieve. Así está ocurriendo ya en los Pirineos.

El agua será un lujo y el frío un privilegio. La sequía es una realidad innegable. La misma sequía que ha puesto el aceite de oliva a quince euros el litro y que tiene a Cataluña y a buena parte del Mediterráneo en jaque. «Este año no habrá cosecha de cereal», ha avisado en prensa Toni Tur, de la Cooperativa de Sant Antoni, de Eivissa, donde las reservas hídricas están bajo mínimos. A medio y largo plazo, todos los cultivos se acabarán resintiendo, añado yo.

Mientras Balears se va convirtiendo en Canarias en invierno y en el Sáhara en verano, no dejamos de ampliar aeropuertos e introducir más coches de alquiler, y las compañías turísticas anuncian cifras que batirán todas las marcas de vuelos y alojamientos. Pero precisamente es el sector del turismo el primero que sufrirá los embates del nuevo mundo sobrecalentado en forma de temperaturas insoportables para estar bajo el sol, falta de agua para tanta ducha y tanta piscina y pérdida de costas y playas. Allá cada uno.

Los famosos 1.5 grados de calentamiento global que no debían sobrepasarse han sido superados mucho antes de lo esperado. Miles de registros están siendo pulverizados en todo el mundo en una sucesión de récords nunca antes vista. Las corrientes oceánicas comienzan a debilitarse. Los científicos están espantados. Les recomiendo la lectura del recién publicado ¿El final de las estaciones?, de Juan Bordera Romá, Antonio Turiel y Fernando Valladares. Y si aún queda algún negacionista, que se asome a la ventana y compruebe por sí mismo los 22 grados de temperatura y las mangas cortas en plenos enero y febrero.

Lamento una vez más ser tan agorero, pero la importancia de la cuestión lo requiere. Las desaladoras son un parche, no una solución. Aún hay tiempo para la acción, pero sólo si se toman medidas urgentes y radicales. El peor día de la historia climática ha sido hoy, pero sólo hasta que llegue mañana.