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Algo tan español y tan nuestro como la zarzuela –también llamada género chico en realidad grande porque hace ya mucho que tendría que haber sido nombrada patrimonio inmaterial de la Humanidad– tiene su bastión inexpugnable en el histórico teatro de la Zarzuela, reliquia viva de mediados del siglo XIX, que como todos ustedes saben está en la canícula matritense, detrás de Congreso y del Banco de España, y al lado de los platos, bocadillos y cafés que ponen en el estupendo y recoleto bar Madrazo. Es una excelente idea antes de ir de Mallorca (a dar una vuelta por la Villa y Corte) echarle un vistazo a la cartelera futura de este teatro, porque ver el montaje, la escenografía, oír la orquesta, disfrutar del coro (que dirige magistralmente Antonio Fauró), de la danza… y de la dirección musical, en el caso de La rosa del azafrán, del mallorquín José María Moreno: todo es verdadero goce para los sentidos. La zarzuela o sainete lírico es algo tan propio y a la vez tan universal que difícilmente se ve en otro sitio y que ennoblece nuestras artes escénicas como pude comprobar recientemente acudiendo al estreno de La rosa del azafrán: obra manchega y quijotesca que nos recuerda cómo fue la España campesina, con sus mujeres de Manzanares, sus relaciones sociales, sus tipos, indumentaria y elenco (un centenar de actores) impresionante. La zarzuela nos dice en forma de espejo mágico idealizado y a la vez muy real, de dónde venimos…

Como vivo cerca de este majestuoso teatro he tenido la suerte de charlar in illo témpore en su Entrada de Artistas con Plácido Domingo y Alfredo Kraus, o con Juan Marchán, excelente coordinador de comunicación, o con Fran o Bogdan, amigos los dos, atrecistas muy profesionales a la hora de montar las obras. No renunciemos a lo mejor de nuestro riquísimo patrimonio cultural, y la zarzuela –verdadera tonadilla de nuestros abuelos y antídoto contra la globalización– es pieza clave del mismo. Vayan a Madrid al teatro de la Zarzuela, en los próximos meses les espera (nos espera) nada menos que dos perlas: La verbena de la Paloma, «el boticario, las chulapas y los celos mal reprimidos» (del 8 al 25 de mayo) y Doña Francisquita (del 19 al 30 de junio). Por cierto, Doña Francisquita se estrenó con gran éxito de crítica y publicó en el palmesano teatro Lírico el 28 de diciembre de 1923. En el anuncio que publicó La Última Hora se leía: «Mañana grandioso estreno de Doña Francisquita / Triunfo definitivo del maestro Vives / Colosal reparto / Lujosa representación». Por su parte, La verbena de la Paloma (en un acto) ya se pudo ver el circo-teatro balear en 1895. Solía decir mi maestro, Camilo José Cela, que la siesta es el yoga ibérico y que había que echársela no en forma de breve cabezadita sino con pijama y orinal. La zarzuela es nuestro kabuki, un cuadro vivo de nuestras tradiciones y creatividad que convendría fomentar porque maestros de primera para hacerlo los tenemos, y están en el teatro de la Zarzuela, dirigido por doña Isamay Benavente.