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El mismo día que decidimos que la vulgaridad represente a esta España decadente y a la deriva (nunca sabremos qué pensaría Ortega y Gasset) nació, hace ciento cincuenta años, Gertrude Stein. Frente a la crónica de lo actual que ya ha generado un torrente de insultos a diestra y siniestra, me quedo en aquellos años en los que una mujer avanzada a su tiempo estuvo en Palma con su compañera de vida Alice B. Toklas. Poco queda de ello en la memoria colectiva y dudo que se vaya a investigar (incluso cuando el personaje permite que los fans del abanderamiento la conviertan en heroína de causas modernas que la mecenas de Pittsburgh pudiera no secundar). Memorable es el apunte biográfico donde se cuenta que en la Palma de principios del XX ella, Alice y el pintor William Cook (estudiado por un sabio de la pintura como Rafael Perelló Paradelo) son los únicos americanos que pululan por esta isla que, seguramente, debía ser ancestral, retrograda y perdida en el Mediterráneo. Estas últimas apreciaciones son mías y tal vez bastaba mencionar una Mallorca diferente que no sabremos si era mejor o pues requiere haber vivido aquellos años entre 1914 y 1916. Actualmente, lo máximo a lo que podemos aspirar es que el glorioso pasado se convierta en una aclamada serie de plataforma como debería ocurrir con el Regne de Mallorca y con la figura de quien en el 27 de la rue des Fleurus, en París, convocaba a Picasso, Hemingway, Scott Fitzgerald, Ezra Pound o Matisse. Su paso por El Terreno ha sido erradicado y poco le interesa a una sociedad que canta y vibra al son de las canciones que este fin de semana han convertido Benidorm en el epicentro de la nueva cultura. No conozco a ninguno de los cantantes ni me interesa ese show de culos y erotismo que debe acompañar, actualmente, toda creación musical. Todo ello ocurre con total jolgorio y difusión, precisamente ahora que lo principal es olvidar la cosificación y las formas que destilan machismo (un mantra actual es recordarse mentalmente que nunca hay que abrir la puerta a una mujer porque puedes herirle sus sentimientos de autonomía). No me seduce la moderna Eurovisión ni esta nueva cultura y prefiero descubrir lo maravillosamente que Hélène Grimaud interpreta las Arabesques de Debussy para contárselo a mi apreciado compañero y pianista Amador Antich. Nosotros y otros cientos de profesores hemos empezado un cuatrimestre donde el reto es motivar a unos alumnos que deben sentirse privilegiados y que todavía pueden escapar de esa ola nini que supone una debacle y vaticina tiempos mucho peores. El ritmo actual nos paraliza y nos puede provocar un cierto desasosiego, vale aquí una frase de Gertrude y que trasciende su literalidad: Se necesita mucho tiempo para ser un genio, hay que estar sentado mucho tiempo sin hacer nada, realmente sin hacer nada. Probablemente cierta evasión nos devuelva la ilusión.