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No, no puede acabar bien una legislatura que la maneja como quiere un prófugo de la Justicia con un comportamiento inquietante. No puede acabar bien una etapa política que para subir el sueldo a los pensionistas haya que llamar por teléfono a Waterloo y conseguir su apoyo. Tampoco tiene mucho futuro una legislatura que para que los ciudadanos disfruten otro año más el transporte público gratuito haya que esperar el sí de un partido como Junts que de progresista no tiene nada por mucho que intenten hacernos creer lo contrario.

Sí, es cierto que Pedro Sánchez tiene una capacidad infinita para desatascar los conflictos políticos y salir adelante, pero, ¿vale la pena que un país dependa de la voluntad de un prófugo de la Justicia que cometió ilegalidades, por mucho que ahora una ley de amnistía considere todo lo contrario?
Nos merecemos una legislatura que para sacar cuestiones básicas que benefician a los importantes haya que estar pendientes del teléfono o, incluso peor, de un verificador internacional. ¿Conocemos algún país de nuestro entorno que haya vivido la misma situación en los últimos 20 o 30 años de historia? ¿Realmente vale la pena gobernar, pagar este precio tan alto y dejar la imagen de España por los suelos?

Me cuesta creer que los dirigentes socialistas de Balears estén de acuerdo con esta situación política que no tiene precedentes y que ellos no se cansan de justificar en las redes sociales o incluso en el Parlament. Entiendo que algunos tienen pocas o ninguna opción profesional al margen de la política pero hay una cosa que se llama dignidad y que hace tiempo que se ha perdido.

Porque cuando esta etapa política pase –y les aseguro que pasará más tarde o temprano–, me temo que harán falta muchos años para recomponer la imagen política del PSOE, tanto a nivel estatal como balear. Se puede gobernar bien, regular o mal; lógicamente, unos estarán de acuerdo con unas políticas y otros con otras, pero hay ciertos límites que nunca deberían tocarse en política, como bien hicieron los históricos dirigentes que participaron tan responsablemente en la Transición española. Hoy en día, no hay límites, ni principios, ni ideología, ni responsabilidad. Solo sirve gobernar y seguir eternamente en el poder porque el fin justifica los medios. Después de lo vivido estos últimos días, solo falta esperar el nuevo episodio en el cual Puigdemont ponga en jaque al Gobierno.
Afortunadamente, la historia, que es sabia, pondrá a cada uno en el sitio que se merece.