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En la India, el oficio de encantador de serpientes es una profesión milenaria, antigua como el tiempo, cuyo cometido principal es la curación de las mordeduras por las serpientes. Los saperas, expertos en la materia, tienen un conocimiento profundo de las plantas medicinales, que utilizan para el tratamiento de las heridas. Son verdaderos doctores, pero, para la cultura europea, menos avezada al veneno de los reptiles, lo más llamativo es la utilización que hacen los saperas de la música para encantar y persuadir a los reptiles. La magia del tumarit, una flauta que emite un sonido muy similar al de la cobra hembra, que suliveya. Bien por eso, bien por otra cuestión, el hecho es que por estos lares no se tiene la profesión de encantador de serpientes en muy alta consideración.

Pero, si nos quedamos únicamente en sanar, curar y restablecer, es decir con la parte tangible de la actividad, la visión cambia. En un momento de ebullición, como el actual, el encantador capaz de resolver problemas, sanar situaciones y restablecer necesidades, está de rabiosa actualidad. Al hablar de ebullición no me refiero al hooliganismo de los que azotan piñatas presidenciales o exhiben muñecas hinchables en las vigilias madrileñas. Esta es simplemente una cuestión de urbanidad y educación. En su caso, lo que se necesitaría seria la magia del flautista de Hamelín que les condujera por el camino del respeto y sosiego. Pero, esto es pedir tanto como que Aznar de las Azores caiga del caballo y con el resplandor de la conversión ilumine a sus devotos. Difícil.

Tampoco me refiero a las disputas entre familias políticas, para resolver eso ya está el ministro Bolaños. Sanar, curar y restablecer, hace referencia al cuerpo social, a los dolores que se expresan en la calle, con el objeto de dar respuesta a los grandes movimientos sociales. En este sentido el encantador de serpientes es el que resuelve situaciones y problemas, no el que entretiene al personal. En una situación tan rica y diversa como es la política estatal me atrevería a decir que el encantador, además de ser quien domina el medio y su biodiversidad, es el que sabe leer. Saber leer, no es poco. Entramos en una fase que requiere de una lectura constante de las situaciones, tanto para quien gobierna, como para quien observa. Consagración de lector: no es casualidad que en apenas semanas se haya normalizado la figura del relator, o similar, lo cual no es más que una formula de lectura en grupo.

Leer es captar el sentido del viento social, el latido del planeta o el peligro de los bajos fondos que hay que evitar. Saber leer no es ser el primero de la clase, es saber andar delante de los demás. En este sentido, es interesante el estudio posterior a las elecciones generales del 23 de julio que hacia el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en el que concluye, a tenor de los datos de la encuesta, que el feminismo se ha dejado sentir en estas elecciones y ha influido en el resultado, al haberse decantado por la izquierda. No es una cuestión nueva, en las anteriores elecciones presidenciales de EEUU el voto femenino ya había decantado la balanza a favor de los demócratas. Caminar por delante, como decía.

La encuesta del CIS nos servirá para un ejercicio practico. Si el feminismo es un movimiento que avanza hacia un mundo más igualitario y más justo y es una fuerza decisiva y de transformación, ante él, ¿cuál debe ser el comportamiento correcto del encantador de serpientes moderno? (a) Dejar fluir el movimiento, (b) controlar la movilización o (c) descabezar el movimiento.

Lo bueno de leer es que siempre es posible una nueva lectura.