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Este martes se inauguró la avenida Félix Pons en Palma. Fallecido en 2016, este dirigente socialista fue presidente del Congreso de los Diputados varias legislaturas, no siempre se alineó con la postura oficial de su partido en Balears y no fue el primer presidente autonómico porque en Madrid se cocinó un pacto en su contra y en favor de Gabriel Cañellas. Pons no era un hombre de partido al uso. Por encima de las ideas impuestas por el PSOE y los dirigentes de cada momento, siempre intentó buscar un equilibrio entre la disciplina partidista y el sentido común y la moderación, su principal característica, además de su alta preparación jurídica.

Aún puede verse en Youtube el momento en que Pons expulsó del Congreso a los diputados de la desaparecida Herri Batasuna que se saltaron el procedimiento reglamentario para asumir sus cargos. Jon Idígoras, Itziar Aizpurúa y Ángel Alcalde no adquirieron el 5 de diciembre de 1989 su condición de diputados por utilizar la fórmula «por imperativo ilegal». Pons los expulsó de las Cortes sin contemplaciones, algo inimaginable ahora que cada diputado utiliza la frase que le viene en gana sin que el presidente o presidenta del Congreso se atreva a cuestionarlo.

Ante lo ocurrido durante los últimos años, muchos socialistas se habrán preguntado qué opinaría Pons. Por ejemplo, sobre negociar presupuestos con Bildu, el partido heredero de Herri Batasuna. O qué diría respecto a la reforma del Código Penal para despenalizar delitos de sedición y prevaricación con el objetivo de perdonar a los corruptos independentistas catalanes que no solo convocaron un referéndum ilegal sino que además se gastaron dinero público de forma irregular.

Más recientemente, hubiese sido muy valiosa la opinión del socialista mallorquín respecto a la ley de amnistía. También hubiera sido muy ilustrativo conocer su valoración sobre negociar una investidura con un prófugo de la Justicia o elegir a un verificador internacional para contentar a Carles Puigdemont y comprobar el buen cumplimiento del acuerdo de investidura. Tampoco costaría mucho imaginarse su opinión ante el cambio de postura del partido en el que militó para apoyar a un alcalde de Bildu en el Ayuntamiento de Pamplona.

La historia ya sentenciará todas estas actuaciones dentro de varias décadas, pero el recuerdo de Pons, un político de altura que dejó la actividad pública para regresar a su puesto de trabajo, es un buen momento para preguntarse cómo hubiese reaccionado ante los últimos acontecimientos políticos, por no hablar del nombramiento de Francina Armengol para desempeñar el cargo que él ocupó durante diez años. Las comparaciones son realmente odiosas.