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Volvemos a lo mismo y yo ya no sé si es que nos estamos idiotizando todos a velocidades pasmosas o es que, simplemente, tenemos demasiado miedo (o complejos) de ser quienes somos. La última patochada es protestar porque una felicitación navideña contiene elementos religiosos, en forma de la sagrada familia. A ver. ¿De qué estamos hablando? El único y exclusivo sentido que tiene la Navidad es festejar el nacimiento de Jesús. Un personaje y una ocasión que solamente atañe a los cristianos y, de forma tangencial, a los musulmanes, que tienen a Cristo como uno de sus profetas. Y punto final. No hay nada más alrededor de estas festividades. La Navidad no es sinónimo de vacaciones, juergas, consumismo, juguetes o viajes. Se celebra en el mundo cristiano como uno de los momentos cruciales del año, representa el triunfo de la luz sobre la oscuridad. El otro es la Semana Santa, que conmemora la muerte del mismo personaje. Por eso recriminar a una institución que envíe felicitaciones ilustradas con un dibujo de José, María y el niño Jesús es del todo ridículo. Si no te interesa la Navidad, perfecto, no la celebres. Si eres ateo -como yo- no querrás saber nada de belenes, comilonas, regalos y villancicos. Y eso es perfecto. Si eres creyente y practicante de otra religión, lo mismo. Pero no confundamos las cosas, no conllevan el mismo significado espiritual y religioso las vacaciones navideñas que las de verano, el puente del Dia de Balears o la semana de la nieve, aunque en todas esas fechas disfrutemos de unos días libres. Porque, no lo olvidemos, España está constituida como país aconfesional, que no laico ni ateo. Es decir, no se casa con ninguna de las confesiones, pero las admite y respeta todas.