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Pregunte a cualquiera de los argentinos que trabajan en Mallorca por qué su país se ha hundido. Le contarán que aún hoy tienen la gasolina más barata del mundo (30 céntimos de euro); que la luz prácticamente es gratis; que el transporte público no vale nada, con subvenciones del 90 por ciento del precio; que todos, incluso los que no cotizaron, tienen jubilación completa; que el gobierno devuelve el IVA en la mayor parte de las compras, y que el que para nosotros sería el Impuesto de la Renta, allí sólo lo pagan noventa mil de cuarenta y ocho millones de ciudadanos.

Todas estas medidas han permitido a un ejército de políticos de derechas y de izquierdas demostrar su sensibilidad social. Hay horas y horas de discursos explicando que quienes quieran cobrar lo que valen las cosas son cerdos opresores, inhumanos y hasta puede que fascistas. Que la auténtica sensibilidad es el gratis total: el fundamento de un nuevo futuro. Hoy ya es el presente. Un presente sin dinero. Ahora la gente, desesperada, vota a Milei, el de la motosierra. Por eso es bueno preguntarles a quienes han vivido estos últimos años en Argentina qué piensan cuándo aquí entregamos bonos para comprar lo que queramos aunque no lo necesitemos (Hila, Amengual, Martínez), ponemos el transporte gratis para todos, reducimos impuestos fundamentales, subimos pensiones sin límites o eliminamos tasas a lo loco. No somos la Argentina de hoy, pero nos parecemos bastante a la de hace treinta años, cuando empezó este festival de sensibilidad demagógica.

El Consell de Mallorca vive hoy un conflicto argentino a cuenta de la tasa de basuras. Por suerte, tenemos un modelo de tratamiento de residuos bastante ejemplar: el modelo es integral, es eficaz, no hay mafias en medio, y los ciudadanos pagamos el coste, como corresponde con una tasa común y corriente. Podría mejorarse, pero si no se empeora, que es el gran riesgo, ya vale.

Sin embargo, en la campaña electoral pasada apareció la demagogia: por un lado, Catalina Cladera no quiso permitir por nada del mundo que se viera el encarecimiento de costes que tuvo lugar en 2022 y 23. Para ello manipuló el precio del proceso de la basura, negando la inflación, el impacto del euríbor y hasta la reducción de ayudas del Gobierno de Madrid, generando un agujero de unos 50 millones de euros. Así, sin vergüenza alguna. Después vino Llorenç Galmés, del Partido Popular, que prometió que bajaría la tasa. Una contradicción en sí misma porque si es una tasa refleja costes reales. Pero los dos pensaban que la gente los votaría por lo que dicen, cuando una escoba habría tenido los mismos votos: aquí se votó contra Sánchez. ¿Lo entendéis?

La mentira de Catalina Cladera es particularmente insultante. Y ella lo sabe porque no es tonta. Ella habló con sus funcionarios sobre cómo ocultar el verdadero aumento del coste de las basuras para que no le empañara la campaña, y sabía que quien le sucediera tenía que afrontar su descubierto. Y lo habló con la empresa privada que lleva la gestión. Entiende exactamente lo que hace. Y sabiéndolo, como si fuera una política argentina, ha arremetido desaforadamente contra Galmés por intentar tapar su agujero. Galmés, como hace un buen pepero, la acusó, pero con la boca pequeña. Ella, en cambio, llegó a llamarlo ‘malversador’ por poner esos 50 millones.

Vean qué panorama más desolador: un tema supersencillo, la basura; unos costes no discutibles y evidentes, que han crecido por razones coyunturales; un modelo que funciona, pero todo liderado por políticos lamentables, dispuestos a ocultar la verdad como sea, para hacerse los sensibles.
Un político es quien se pone al frente, lidera, explica, convence. En este caso, nos tienen que persuadir para pagar esta tasa porque la ecología tiene un precio y ya está bien de ser ‘verdes’ de boquilla. Un demagogo, en cambio, hace lo que hace Cladera, mintiendo; o el presidente del PP, que se asusta, malgasta el dinero por culpa del PSOE y no es capaz de convencernos de nada, tal vez porque él también se inventó una bajada de la tasa sin sentido.

Ahora hay que aprobar las tarifas del año que viene. Cladera quiere que se basen en mentiras. Y Galmés parece que esta vez va a asumir la realidad, pero quizás se imagina que la gente camina por Mallorca pensando que él prometió bajar esta tasa, cuando nadie se acordaba de que un tal Galmés está allí. Es una tasa: vale lo que cuesta. Así. Sencillo. Evidente. Si queremos ecología, la tenemos que pagar.

50 millones no son nada, pero el hundimiento de Argentina se consiguió con incontables derroches que tampoco eran nada.