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Cada dos por tres vemos en redes sociales que surgen nuevos fenómenos ‘filosóficos’, por llamarlos de alguna manera, que tienen la misma raíz: hacernos creer que los pájaros maman, que todo el monte es orégano o que el dinero crece en los árboles. Mamarrachadas low cost para cerebros low cost. Lo terrible es que este tipo de idioteces cala en muchísima gente y hoy tenemos adolescentes y, por desgracia, numerosos adultos, que juran que si te concentras mucho en tus deseos, acaban por cumplirse. No es algo nuevo ni propio. Cuando visitas templos budistas en Oriente sus patios están plagados de símbolos que representan los deseos que un creyente quiere cumplir. Tampoco las vírgenes cristianas, Jesucristo e incluso el mismísimo Dios son ajenos a este fenómeno. Todos deseamos cosas, algunos luchamos por ellas, conformamos un plan de acción y dedicamos esfuerzo, energía, muchísimo tiempo y duros y largos aprendizajes a intentar conseguirlos. Otros rezan. Otros piensan muy fuerte y recitan mantras. Creo que todo esto tiene relación con el último informe PISA que pone por los suelos el sistema educativo español. Que de diecisiete autonomías sólo dos hayan conseguido un mínimo avance debería ponernos en alerta. Pero, claro, los ministros del ramo de las últimas décadas parecen siervos de ese pensamiento mágico y han creído que si a los niños les mimas mucho y les dices todos los días que son un genio y que no importa lo que digan los demás, triunfarán en la vida. Y es posible que lo logren, ¿por qué no? Lo tremendo es que en una sociedad desarrollada necesitamos médicos, ingenieros, arquitectos, investigadores, maestros, jueces… y todo eso exige un enorme esfuerzo, formación y sacrificio.