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Los líderes de Estados Unidos, Reino Unido, España o cualquier otro lugar de la Unión Europea, son increíblemente incompetentes a la hora de explicar situaciones complejas a la ciudadanía. Hemos sido tan ricos y privilegiados durante tanto tiempo que la gente ha olvidado que es enfrentarse a decisiones realmente difíciles como las actuales. Si echamos mano de alguna analogía histórica que ayude a entender la actual situación, como las dos guerras mundiales, o la civil española, debería reconfortarnos observar cómo nuestros actuales pedimentos son pequeños en comparación con aquellos. Pero nuestros pueblos están muy poco habituados a las privaciones, por modestas que sean a la incómoda perspectiva de tener cada año menos cosas en lugar de más. Por ello necesitamos líderes capaces de inculcar esperanza a los jóvenes, y con el suficiente coraje como para exponernos a la dura realidad, y al mismo tiempo, brindarnos la esperanza de un futuro más brillante al final del túnel. Nuestros antepasados tenían algo que ellos llamaban el temor de Dios, del cual lamentablemente la humanidad se ha desprendido casi por completo. No pretendo reforzar las creencias religiosas, hoy tan olvidadas, sino más bien la necesidad de una mayor humildad por parte de la humanidad. Deberíamos corregir nuestra enorme arrogancia y reconocer que el juego de los asuntos humanos escapa muchas veces a nuestro control. Si la COVID no nos hace más humildes como especie humana, nada lo hará.