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Nuestro diccionario de la RAE define racha como un periodo breve de fortuna o desgracia, y se resalta lo que breve porque si dura mucho ya no se puede considerar una racha, sino el pan nuestro de cada día. En teoría y a efectos lingüísticos, se trate de rachas de viento o de buena y mala suerte, no pueden durar o dejarían de ser rachas. Lo que no quiere decir que no existan rachas duraderas, incluso extraordinariamente duraderas, como la que narró el cuentista Bret Harte en Los desterrados de Poker Falt, en la que el jugador profesional John Oakhurst, según rezan las palabras de su tumba, entregó la baraja víctima de una mala racha definitiva. O la del coronel Chabert, de Balzac, dado por muerto en la batalla napoleónica de Eylau, sepultado bajo una montaña de nieve y cadáveres, y que habiendo gastado toda su buena suerte en sobrevivir, luego ya pilló una mala racha total, y hasta su mujer le aconseja que vuelva a morirse. Mala racha post mortem, en efecto. Las rachas de viento suelen ser más breves, salvo que se conviertan en tempestades, pero en cambio sí abundan las largas rachas de falta de viento, las pavorosas encalmadas, tan habituales en las novelas de aventuras marineras. Moby Dick, por ejemplo. Ahí aprendimos que el que no sople ni la más ligera brisa puede ser peor que un huracán tropical, y que la fortuna y la desgracia a veces se presentan soldadas por los bordes, como un todo único. Esto lo sé porque soy un estudioso de las rachas, y me interesaba descubrir por qué mis malas rachas desmentían esa brevedad exigida por el diccionario, y las buenas no. Por ejemplo, cierta vez metí quince triples seguidos, y jamás volvió a suceder. Racha exigua. No he llegado a entenderlo, pero he descubierto que hay rachas retorcidas como sacacorchos, y que peor que cascar de una mala, como aquél John Oakhurst, es hacerlo de una buena, como le puede ocurrir al presidente del Gobierno. Cuando sacó de chiripa su ley estrella de reforma laboral dijimos que era el tipo más suertudo del mundo, y cuando en las elecciones todos le daban por derogado, su suerte aún mejoró. Como experto en rachas, es mi deber avisarle que se puede fallecer de una buena racha prolongada.