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Malos tiempos para la calabaza. Decepción en el concurso de Muro. El mayor ejemplar autóctono ha pesado tres veces menos que el del último récord y el de semillas de fuera, la gigante, seis veces menos. Se sospecha que la disminución de peso sea por el tan mentado cambio climático. Como parece tendencia peligrosa, esta tierra ya es campo experimental para investigadores de fuera de la Islas que estudian y experimentan con variedades de cereales, frutales y hortalizas por su resistencia a las calores. Un departamento del Govern dispone de un banco para conservar especies propias. En la lista aparecen almendro, higuera, vid, algarrobo, cerezo, manzano, peral, ciruelo, naranjo, mandarino, limonero, albaricoque, melocotón y olivo.

El catálogo de nuestra vida de olores y sabores. Una jefa de ese instituto del Govern dice que «la semilla de una variedad local es tan importante como nuestra memoria oral». Como están en eso de que no se pierda la variedad genética, colaboran con científicos de Zaragoza que buscan cerezos capaces de dar frutos sin necesidad de bajas temperaturas. No sé si recuerdo bien que en una finca de Mallorca experimentaron para conseguir cosechas comerciales de esa delicada y exquisita fruta. En fin, que algo se mueve en el campo por lo que avecina y la cuenta que no trae.

Otros sectores y subsectores también requieren tratamiento urgente porque siguen anclados en modelos oxidados con incierto futuro. Ah, que Muro proyecta una finca experimental para la calabaza. Se agradecería otra iniciativa para las setas, que vaya año.