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Todo lo que Leonor juró defender, lo que el Rey dejó bien sentado: «La observancia de la ley, el respeto a la independencia y a la separación de poderes y la vigencia del Estado de derecho son los pilares esenciales de toda democracia representativa», es lo que con un empeño digno de mejor casusa lleva desmantelando el perjuro Pedro Sánchez, pues, al igual que aquella, prometió solemnemente su protección. Le prometió lealtad, respeto y afecto. Como para fiarse, princesa. De haber exigido Puigdemont como condición para la investidura de Sánchez una ley que diera a los españoles la opción a elegir entre monarquía o república, ¿alguien duda de que estaría ya confeccionada?

Cuando la Princesa juró, hacía solo unas horas que se había cerrado el pacto, con la ley de amnistía por delante, que da inicio a la demolición de la CE del 78 y a la humillación de la nación. Siete miembros del TC, que llevan en sus puñetas grabado el hierro del sanchismo, darán por buena una ley que no se ajusta al Derecho, y darán un paso más para convertir nuestro sistema liberal y democrático en uno autoritario de estilo bolivariano.

El argumento que esgrime Sánchez es que antes de que gobierne la derecha vale todo. El fin justifica los medios. No puede haber fundamento más inmoral y antidemocrático que éste. Ya lo usó su admirado Largo Caballero cuando en 1933 ganaron las elecciones las derechas. No lo soportó y se levantó contra la República con una revolución bolchevique que solo cuajó en Asturias y en parte en Cataluña, pero que costó 1.540 muertos. Hoy, los representantes del PSOE aplauden con entusiasmo una indecente ley de amnistía que representa un golpe fatal a la democracia. Con ese mismo argumento: ¡que no gobierne la derecha!, podrían aprobar mañana un pucherazo electoral.

Sánchez no tiene límites morales ni legales y ha arrastrado al PSOE a un nivel de degradación preocupante, a defender que no puede haber alternancia ni aun perdiendo las elecciones los socialistas, aunque para conseguirlo tenga que manipular leyes e instituciones con tal de poner el Estado de derecho a su servicio. El PSOE ha quedado en manos del separatismo y de la ideología más radical, abandonando los postulados socialdemócratas.