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Hermosa palabra, paparruchas, y muy sonora, que resuena como un redoble de tambor pero que apenas se usa. Precisamente ahora, que es cuando hay más paparruchas que nunca en la historia de la humanidad, se bate a diario el récord mundial de paparruchas por minuto. Las palabras suelen enfermar, declinar y morir cuando desaparece aquello que designaban, o se convierte en grosería designarlo, pero no se puede decir que las paparruchas en circulación hayan menguado, al contrario. Hace tiempo que residimos en el paroxismo de la paparrucha, salvo que casi nadie las llama así. Analistas, lingüistas y sociólogos han olvidado ese vocablo, sustituido por otros más imprecisos y ligeros. Posiblemente, la mayoría de la gente supone que paparruchas es una anticuada expresión coloquial equivalente a tonterías, idioteces, habladurías, cosas que se dicen, y desconocen que según el diccionario RAE su acepción más exacta es ‘Noticia falsa esparcida entre el vulgo’. Es decir, las famosas fake news, bulos y mentiras de amplia circulación que han dado nombre a nuestra era de la posverdad. La mera inclusión del vulgo en la definición académica, siendo otra palabra en desuso por su tono desdeñoso y ofensivo, casi al nivel de populacho, ya avisa de la larga tradición de las paparruchas. Que si ya apenas se mencionan, será porque tampoco se menciona al vulgo, que perdió su arcaico nombre en aras de la corrección y el decoro social. Y sin embargo, escuchando a diario tal cantidad de falsedades, embustes y bulos, no es lo mismo farfullar «Esto es inexacto», «Lo que dice no es cierto», o incluso «Esto no es así», que exclamar con desdén un sonoro «¡Paparruchas!». Por no hablar del alivio espiritual que supone, y las horas de aburridas disquisiciones que te ahorras. La actividad fundamental de cualquier individuo hoy en día consiste en defenderse de idioteces, bulos, habladurías y falsedades, es decir, de las paparruchas, y para ello no hay mejor forma que exclamar despectivamente «¡Paparruchas!», y cambiar rápido de conversación. En serio, nos urge recuperar esta hermosa palabra de cuanto existía el vulgo (y el populacho), y las insidiosas noticias falsas eran sólo eso, paparruchas.