TW
1

Ahora que nos gusta tanto eso de poner nombrecitos anglosajones a todo para que parezca más brillante y moderno, surge una nueva clase social hasta el momento inédita: los silver. Es la gente de más de 55 años que, por desgracia, se ha convertido en el segmento poblacional con mayor poder adquisitivo. Y digo por desgracia no porque desee que los mayores vivan en la indigencia, sino porque esto demuestra que las capas más jóvenes de la sociedad están peor que los jubilados. Jóvenes en su veintena, desempleados o explotados por sus jefes; parejas de más de treinta incapaces de independizarse, no digamos ya pretender ser propietarios de una vivienda o cometer la osadía de formar una familia; trabajadores de cuarenta y tantos que han de conformarse con un sueldito apenas mayor que el salario mínimo y comparten piso para llegar a fin de mes. Luego estamos nosotros, los viejos, que hemos currado y seguimos haciéndolo hasta la extenuación, en jornadas interminables, animados por ese espíritu antiguo que nos susurra que hay que cumplir, que hay que hacer las cosas bien, que es tu deber. Esa canción interna que hemos sido incapaces de desobedecer. Arrastramos sueldos algo más decentes a base de sumar trienios, quinquenios, dolores de espalda, agotamiento y una paciencia digna del santoral. Gracias a eso, a la hora del retiro los nuevos jubilados cobran mejor que la masa trabajadora y eso ha puesto en marcha las calculadoras de las empresas de servicios. Los silver -que peinamos canas- somos el nuevo Xanadú de donde sacar oro a paladas. Nosotros podemos viajar, cenar en buenos restaurantes, lucir ropa de marca y recibir tratamientos de belleza de miles de euros. Un mundo de abuelos que disfrutan y nietos que sufren.