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Cáritas Española invirtió el año pasado 457,5 millones de euros para ayudar a 2,8 millones de personas. Algunas de estas personas vivían en nuestro propio país. Pero lo bonito de pertenecer a una iglesia que se define ‘católica’ es que no sólo ayuda a los suyos (no reduce su acompañamiento a los nacionales ni, por supuesto, a los creyentes), sino a todos. A todos, con matices: a todos los que más padecen. No olvidemos que, en 2022, Ucrania era la noticia. Pues bien, se aumentó en un 20’6 % la ayuda en proyectos de cooperación internacional, no sólo en la citada Ucrania, sino en otros 40 países de Asia, África y América. La ayuda a los connacionales se destinó a la adquisición de alimentos, al pago de alquileres de viviendas, y al pago de recibos de los suministros.

Con satisfacción se deben subrayar cuatro aspectos: el primero, es la colaboración inestimable de los 72.447 voluntarios de Cáritas; el segundo, las aportaciones generosas de los socios y donantes privados (304,2 millones); el tercero, las aportaciones de las Administraciones públicas (152,9 millones); el cuarto, que no se refiere al capítulo de aumentos sino al de disminuciones, los gastos destinados a gestión y administración de Cáritas descendieron al 5,9 %. Hay mucha otra Acción Social buena: en el mismo período, Manos Unidas Española apoyó a 1,7 millones de pobres de la tierra.