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Fue –a mucha honra para quienes tuvieron la suerte de ser sus alumnos– catedrático de Literatura con infinidad de publicaciones eruditas que han dado lustre a nuestra cultura: me refiero a Andrés Amorós, uno de los contadísimos intelectuales que tenemos (actualmente se pueden contar todos los que nos quedan con los dedos de una mano). Dirige un excelente programa sobre música clásica y popular en es.radio (’Música y Letra’) y sobrevive (y nos ayuda a sobrevivir a los demás) lanzándonos de tanto en tanto algún libro de su producción que nos reconcilia con ese enorme acervo cultural que tiene España, o que por lo menos tuvo aquella vieja piel de toro no analfabeta, educada y sin agendas tan atrabiliarias como las que unos gurús de pacotilla nos endilgan ahora.

El Dr. Amorós (que este sí es doctor de verdad y director de más de un centenar de tesis doctorales) a modo de parapeto, y sin necesidad de pinganillo, acaba de publicar en la excelente editorial Fórcola, que dirige Javier Jiménez, un libro de 250 nutridas páginas titulado Filosofía vulgar, la verdad de los refranes. En el colofón leemos que fue enviado a la imprenta el dial del LXXVI aniversario de la muerte de Manolete (Andrés ha escrito numerosos libros de tauromaquia, el último La inteligencia del toreo, editorial El paseíllo). Leer Filosofía vulgar es un ejercicio que nos viene muy bien en los tiempos que corren. ¿Su objetivo?: hacernos pensar en ese saber que no se aprende en los libros, no se enseña en las universidades sino que, siendo propio del pueblo y sin necesidad de lecturas, nace de la experiencia y se posa como un humus cultural en eso que llamamos refranero.
Nuestro autor bucea en los clásicos grecolatinos, en los humanistas (Mal Lara, Horozco, Covarrubias), con la venia de Erasmo, pasando por el marqués de Santillana que agavilló lo que podríamos denominar primer compendio de refranes que con gracejo título Refranes que dicen las viejas tras el fuego, por no hablar del Quijote con una riqueza máxima en materia de apotegmas, proverbios y adagios que rebosaban en las alforjas tanto del hidalgo manchego como en las de su fiel escudero Sancho.

Muchos refranes actualmente –recuerda Amorós– siguen teniendo mucha vigencia pedagógica porque nos avisan sobre «la defensa de la educación, la defensa del esfuerzo, la valoración de cada hombre por lo que haga, la denuncia de un buenismo vacío, la valoración de la experiencia y la moderación». Cualidades, virtudes, consejos, vida, de esa forma, en bloques, estructura y comenta el refranero Andrés Amorós, salpimentándolo con muchas apreciaciones suyas que convierten a este libro en una lectura amena, que bebe en lo mejor de la sabiduría y que invita a rescatar principios que se van perdiendo en este mundo ciertamente tan vulgar y sin filosofía. Los refranes viejos son verdaderos: «Hoy comamos y bebamos que mañana ayunaremos»; «Reunión de pastores, ovejas muertas»; «Dios aprieta pero no ahoga»; «El mejor escribano echa un borrón». Y en Mallorca: «Del teu pa faras sopes»; «Feina feta té bon aire».