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Le acaban de nombrar alcalde de su municipio después de una ajustada contienda electoral. Él es del pueblo de toda la vida, se lo conoce como la palma de su mano. Aunque lleva años en política este es su mayor reto institucional y aunque dice que se imagina encontrar muchas sorpresas, ninguna como cuando descubrió que, en el despacho que acababa de heredar y que habían ocupado numerosos antecesores, justo detrás de una silla, había una caja fuerte. Un espacio acorazado de grandes dimensiones, del tamaño de un niño de cinco años. Qué guardará, se preguntó. Primero había que abrirla y nadie sabía cómo. Hacía falta la contraseña y una llave. Más casualidad fue cuando un viejo del lugar que pasaba por allí dijo saber la acertada contraseña y cuando aún de manera más rocambolesca apareció una misteriosa llave. El susodicho abrió sigilosamente y le dio la espalda a la caja para no ser responsable de lo que allí hubiera. Una caja aterciopelada. Cerrada con llave. Una funcionaria apareció en la escena con otra misteriosa llave. El alcalde abrió el paquete del tamaño de una caja de zapatos. Las manos le temblaban. El silencio era notorio. La intriga máxima. Era en Marratxí, el alcalde era Jaume Llompart y dentro había la corona de la Virgen del Carmen de sa Cabaneta. El asunto ha pasado al rector, más contento que unas pascuas. Todo el mundo feliz.