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En la noche del 20 de agosto de 1914, las tropas alemanas asaltaron algunos barrios de la ciudad belga de Lieja, al inicio de la Primera Guerra Mundial. Uno de los comercios más prósperos de la plaza de la Universidad era ‘Caves d’Espagne’, regentado por los hermanos sollerics Antoni y Jaume Oliver Rullán, de 44 y 46 años, y que vendía cítricos, vino español y productos de alimentación. Sus tres empleados eran: Joan Mora Ferrer, de 20 años y de Sóller, Jaume Llabrés Bestard, de 24 y natural de Establiments y Josep Niell Mestre, de 18 y vecino de Sineu. Las versiones de la época difieren sobre lo que ocurrió realmente y algunas apuntan a un intercambio de disparos cruzados entre rusos y alemanes. Otras, que las tropas germanas querían dar un escarmiento a la población civil por la resistencia que estaban encontrando. Sea como fuere, los cinco mallorquines fueron maniatados y conducidos a los jardines de la universidad, donde fueron acribillados por un pelotón de fusilamiento sin motivo alguno. No formaban parte de la resistencia ni eran un peligro para las poderosas unidades del kaiser Guillermo II. Pese a todo, no tuvieron piedad con ellos. El grupo sufrió una segunda muerte: la indiferencia del Gobierno español. El país era neutral y no era cosa de tensar las relaciones con Alemania, que no estaba el horno para bollos. Periodistas como Miquel dels Sants Oliver y políticos como Alejandro Rosselló denunciaron la matanza y al final, de forma discreta, Alemania indemnizó a algunos familiares. En Lieja, una lápida los homenajea. En Mallorca, nadie recuerda a los cinco de Lieja.