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Tenemos en nuestro país una pequeña población de zombis que de vez en cuando se levantan de los consejos de administración donde sientan sus posaderas, vuelven a salir por la puerta giratoria por la que entraron y claman, urbit et orbe, contra aquellos que atentan contra la Sagrada Transición, la Monarquía, la Constitución del 78, tan inamovible como los mandamientos de Moisés, y la unidad de España como destino en lo universal. Lo de siempre, y tan repetitivo que aburren. Subidos en el adarve de su ambición, su avaricia o sus complejos, como es el caso de Aznar, no acaban de enterarse de que los tiempos han cambiado.

Aznar, el que provocó una movilización social sin precedentes al meternos con mentiras en una guerra internacional con tal de salir en la foto de las Azores –y por lo que tendría que ser juzgado como criminal de guerra por la Corte Internacional–, el que negoció en secreto con ETA y acabó llamándola Frente Nacional de Liberación Vasco, el mismo que fue condenado por fraude a Hacienda o malvendió a sus amigos, a precio de saldo, el patrimonio nacional, nos llama ahora a la rebelión civil para evitar, cómo no, el desmembramiento de España. De su idea de España, claro.

La verdad es que esta momia vigoréxica, acomplejada, ridícula y más de un punto delirante, incita a la carcajada. El hombre se quedó en el alzamiento del 36 y de ahí no sale. Qué razón tenía el Dr. Samuel Johnson cuando dijo aquello de que el patriotismo no es más que el refugio de los canallas.