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El espectáculo bochornoso de Rubiales ha enseñado a todo el planeta la altura de nuestro Gobierno. Sumemos las escenas diarias de trileros jugándose nada menos que nuestro presidente de Gobierno. El bello y necesario arte de la política se vuelve insoportable con estos actores. Lo triste es el protagonismo de la política en los medios, que no se corresponde en absoluto con el interés de la gente. Les invito a que analicen el porcentaje de la juventud interesada. Los otros perfiles de edad ya estamos abdicando de ella, al contemplar el vodevil de mal gusto. Lo triste es la preminencia que le dan los medios con un obstinato incompatible con la salud mental. Si vives unos años en otros países desarrollados te sorprendes de que allí la política ocupa un porcentaje de atención mediática mucho menor. La sociedad necesita una revolución de la sociedad civil, que obligue a los gobernantes a ser más serios y capaces. Los intelectuales deben iniciar este proceso. Pero son escasos y están deprimidos o cansados. Ahora tenemos eruditos e ilustrados. Pero, el intelectual se caracteriza por su compromiso con el pensamiento y la búsqueda de la verdad. Eliminaron la asignatura de filosofía para imposibilitar que la educación enseñara la razón, el pensamiento crítico. Datos, logaritmos que ellos puedan manipular e información mediatizada es la base de una educación que no educa, solo instruye. Y ello no es por culpa de la comunidad educativa harta de declamar el declive de la enseñanza. Diariamente presenciamos como el planeta está peor.

El monopoly del poder juega con el sufrimiento humano sin contemplaciones. Ayer leíamos que Europa compra mayor porcentaje de gas a Rusia ahora que antes del inicio del martirio de Ucrania, después de hacernos creer lo del bloqueo y otras charangas. Ante todo ello que hacer. Primero, proteger nuestra salud mental. Una buena conversación, una imagen de la naturaleza libre y hermosa, una sonrisa, una escena de ternura y millones de posibilidades de la vida cotidiana nos ayudan. Segundo, organizar foros de crítica y debate. La revolución del sesenta y ocho cambió Europa. Y a pesar de todo seguir creyendo en la utopía.