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Me las prometía muy felices, porque al cogerme el escándalo planetario del fútbol español y los delirantes discursos del presidente de la Real Federación en vacaciones, pensé que me ahorraría hacer comentarios. Hacer comentarios sobre idioteces, y más si son acertados, reduce el cociente intelectual del comentarista, y le resta días de vida por la mortandad de células cerebrales que conlleva, una por cada adjetivo calificativo, de modo que procuro evitar esta práctica, inútil además, siempre que me es posible. Suponía que para cuando acabasen mis vacaciones ya nadie se acordaría de las abusivas fechorías de Rubiales, al que no ha matado un pico no consentido, el beso más turbio del mundo desde el de Judas, sino su pico de oro diciendo idioteces.

Pero no, ahí minusvaloré la cualidad hinchable de las imbecilidades, que se inflan y expanden sin límites. Hasta las tragedias remiten con el tiempo, las malas noticias se van olvidando, pero las imbecilidades, sobre todo si son aplaudidas, siguen inflándose indefinidamente. Pasan de imbecilidad común a gran imbecilidad, y de ahí a estupidez hiperbólica. En definitiva, que si el machismo, no digamos en el fútbol, es amplio y consolidado, la idiotez lo es mucho más. Y los comportamientos machistas del señor Rubiales, y de la Federación por extensión, con ser repelentes, no son nada comparados con su infinita idiotez. Que, decíamos, además se hincha y dilata conforme pasan las semanas. ¿Le falta un tornillo a esta gente? Bueno, uno les falta y muchos le sobran, que es en lo que consiste la auténtica memez, la que en lugar de plegar velas las infla a todo trapo. Con lo fácil que es decir lo siento, me atolondré, la he cagado, no sé dónde tenía la cabeza.

Y a seguir igual. Pues nada, no hubo manera. Y claro, la imbecilidad inflada se convierte es otras cosas. En vileza, abuso, embustes, incompetencia, maldad, cochinadas vergonzosas. Etcétera. Nunca se sabe dónde puede acabar una tontería autoritaria; se crecen rapidísimo, las putas tonterías. Jamás hay que desdeñar su capacidad expansiva, porque a la que te descuidas dan la vuelta al mundo y te devoran por la espalda. Y me callo, que estoy perdiendo semanas de vida.