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Vaya por delante que me parece obligado que Alberto Núñez Feijóo se suba a la tribuna del Congreso para exponer su programa de gobierno aún sabiendo de las escasas posibilidades, por no decir ninguna, de convertirse en presidente. Pero a la postre se trata, digo yo, de hacer valer los escaños conseguidos en las urnas. Mientras, tanto los voceros del PSOE como los ministros del Gobierno y, por supuesto, el mismísimo presidente, nos vienen arengando sobre las ventajas de una «coalición progresista» que nos va a gobernar.

Una vez más, las palabras significan lo que queremos que signifiquen, por eso cuando dicen que nos va a gobernar una «coalición progresista» muchos dan por hecho que es así. Nada más alejado de la realidad. Pretender que los heterogéneos socios de Pedro Sánchez representan opciones progresistas es tanto como ser terraplanista. No, algunos de los socios del actual PSOE son todo menos progresistas. ¿Cómo podrían serlo si son nacionalistas reaccionarios?¿Cómo puede ser progresista quien defiende políticas identitarias? ¿Es progresista quien se cree con más derechos que el resto de los ciudadanos por el mero hecho de haber nacido en un punto concreto de la geografía? ¿Es progresista creerse por encima de la ley? ¿Es progresista ceder al chantaje de fuerzas reaccionarias identitarias con tal de seguir en La Moncloa?

En mi opinión, Sánchez no se va a apoyar en partidos progresistas, salvo Sumar, para gobernarnos. Y ya que menciono a Sumar, como muchos de sus líderes provienen del PCE, y por lo menos en el pasado, y quién sabe si en el presente, han sido marxistas leninistas, saben mejor que nadie que el nacionalismo y las políticas identitarias van en la dirección contraria a los postulados en los que crecieron y militaron. Vamos, que Lenin les habría puesto a todos cara a la pared sin pestañear. Así pues, por aquello de poner los puntos sobre las íes, que nadie se lleve a engaño: no nos va gobernar un gobierno que se sustenta en otras fuerzas progresistas.