TW
3

Los que estamos obligados a tomar aviones de forma recurrente conocemos bastante íntimamente a las aerolíneas que conectan Mallorca con el resto del mundo. Y en especial a las que vuelan desde aquí a cualquier punto de la geografía española. Para estas empresas, Balears es sinónimo de chollo, de vaca lechera a la que exprimir hasta la última gota. El sistema de descuento por residir en unas islas es la panacea universal. A medida que se incrementa la rebaja gubernamental, ellos suben los precios. Lo sabemos bien. Llevamos treinta años comprobándolo cada vez que compramos un billete, sobre todo si coincide que el viaje debe hacerse en viernes o domingo y no digamos ya en fechas clave, como los festivos o el mes de agosto. En fin, que ya sabemos cómo respiran. Por eso, el anuncio por parte de AENA de que va a subir las tasas aeroportuarias un cuatro por ciento para enjuagar el encarecimiento de todos los servicios gracias a la inflación nos pone a temblar de nuevo. Hace años que se vislumbra en el horizonte una tendencia a retornar al pasado, a aquellos tiempos en los que volar era, sencillamente, un lujo. Las mareas ecologistas lo reclaman desde hace tiempo y parece que, a medio plazo, la locura voladora que tenemos se habrá calmado quizá no tanto por convicciones medioambientales, sino por el precio desorbitado de cualquier vuelo. Y eso, que para nosotros no es más que una conjetura, ya es una realidad en La Palma, donde han caído las reservas turísticas a la mitad porque los vuelos desde Alemania cuestan este verano alrededor de mil euros. A ese precio, las familias de clase obrera se retraen y escogen otro destino más cercano o más barato. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...