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Durante décadas hemos leído revistas, libros y visto documentales tachados generalmente de frikis en los que antiguos miembros de las Fuerzas Armadas norteamericanas desvelaban las insospechadas relaciones del Gobierno y la Inteligencia estadounidense con asuntos extraterrestres. Para millones de personas en el mundo la existencia de extraños elementos en el cielo es una creencia cierta, pues millones los han visto. Otra cuestión es discernir si, efectivamente se trata de visitantes de otros mundos, o de artefactos militares secretos o de espionaje fabricados en nuestro mismo planeta. Total, que a ese frikismo al que tan aficionados son tantas personas –todos hemos visto Independence Day y la excursión al mítico Área 51 desde Las Vegas es una de las más populares– ahora se le está dando visos de credibilidad y solvencia nada menos que entrando en las discusiones delCongreso norteamericano. Quizá para desmarcarse de esa tendencia natural hacia la broma, ahora allí a los ovnis de toda la vida se les llama UPA (fenómenos aéreos no identificados) y sobre ellos han debatido largo y tendido altos cargos militares que hablan no solo de avistamientos y peripecias, sino de naves y cuerpos recuperados y conservados en secreto. El argumento clásico de una película sobre extraterrestres. Quizá lo más asombroso es que esos supuestos artefactos no solo aterrizaron o se estrellaron en territorio estadounidense, como se muestra en el cine, sino incluso en la Italia de Mussolini. ¿Se imaginan? O es una hábil maniobra para desviar la atención del público yanqui de algún asunto turbio que afecta al país o el peculiar populismo de Trump y sus amigos ha hecho mella en la política y ahora los marcianos se van a convertir en asunto de Estado.