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A raíz del artículo del Sr. Manuel Aguilera y su tópico título me he animado a contar mi experiencia en Son Simonet entre marzo de 1989 y marzo de 1990. A nuestra llegada se acababa de constituir la Agrupación de Apoyo Logístico 71, cuya jefatura estaba en ese cuartel donde había tres compañías, dos de autos y una de infantería adscrita a la Plana Mayor. A mí me tocó esta última, con compañeros en su mayoría más jóvenes que yo, pero también alguno mayor, como Javier, el arquitecto de Cambados, con el que trabé una amistad que continúa hoy. Mandaba la agrupación el coronel Isasi, que había desarrollado su carrera mayoritariamente en la Legión, hombre profesional, de buen humor y preocupado por sus hombres.

El primer día de nuestra estancia en el cuartel el entonces teniente coronel Cerdó nos hizo una charla donde dijo que nosotros, a pesar de estar allí obligados, éramos los verdaderos clasificados, los que habíamos llegado a la meta. He pensado algunas veces en esa frase. Eran tiempos en que los objetores, más de conveniencia que de conciencia, sabedores de que no realizarían ni el servicio militar ni el social sustitutorio aún no del todo organizado, rehuían cualquier tarea más allá de la que les beneficiaba a ellos. Aún recuerdo a uno de ellos, posteriormente alto jerarca de la Universidad, haciéndole la pelota al comandante general en un día de la Pascua Militar. Patético.

Hablo de lo que viví, no de lo que me han contado. Recuerdo al entonces comandante Miguel Montojo, siempre preocupado por el bienestar de la tropa, singularmente de los peninsulares. Recuerdo al sargento Manuel Escudero que bajo su rígida apariencia sentía la misma preocupación; se notaba para bien los meses en que él estaba de sargento de cocina. Recuerdo el ambiente de amistad y camaradería entre nosotros. Una Nochebuena acepté una guardia que no me tocaba para que los peninsulares pudieran estar con su familia, todo ello organizado por el sargento Escudero. Recuerdo las clases que impartía yo a los que no tenían el graduado escolar y que eran examinados por profesores de la Delegación Provincial. Hace tres o cuatro años me llamó uno de ellos, Omar, para decirme que nunca había necesitado el graduado pero ahora sí lo necesitaba y no sabía dónde ir. Le indique fuera a la Consellería donde aún lo guardaban y pudo cumplir sus aspiraciones laborales. Por no hablar de los soldados que conseguían los carnés de camión que de tanta utilidad le fueron en la vida.

Mantengo el contacto con muchos de ellos. Hace pocos años me desplace de Zamora a Cambados para estar unas horas con mi amigo Javier. Años después de acabar nuestro servicio militar, se plantó una noche en casa de mis padres el buenazo de Dionisio. Estaba de vacaciones y no quería irse sin verme. El mismo que semana a semana había guardado un suplemento del Heraldo de Aragón sobre la historia del antiguo Reino para enviármelo. Recuerdo la llamada de Javier, para decirme que había tenido un accidente de coche o aquella otra en que me pedía ayuda para unas prácticas que quería hacer su hijo en una empresa, petición que atendí y tuvo éxito. No hablo de otros favores que nos hemos hecho sobre cosas más personales. Al cumplirse los veinte años de nuestro licenciamiento nos fuimos muchos de nosotros a Madrid para vernos.

No hablo de tópicos, ni de historias sobre fimosis u otras cosas raras. Tampoco diré que fue la mejor época de nuestra vida, pero no la peor, ni mucho menos. Por mi profesión sé que entre la juventud actual hay mucho de bueno y algo de malo. El problema es que todos les hablan de derechos y nadie de obligaciones y responsabilidad. Derechos, obligaciones y responsabilidad son los rasgos que distinguen a un ciudadano de un súbdito. Cuando la Revolución Francesa determinó que el ciudadano debía personalmente asumir la defensa de su nación sabía lo que hacía y dignificaba la figura de ciudadano. No digo que aquel modelo de defensa nacional fuera el óptimo para hoy. Afirmo que delegar en profesionales toda la defensa aleja al ciudadano medio de la seguridad necesaria a todo país, situación tanto más grave si recordamos que la OTAN no cubre la defensa de todo el territorio español y que nuestro enemigo potencial del sur ha reimplantado el servicio militar obligatorio como otros países del norte de Europa. El ejemplo de las tropas ucranianas, luchando por su país y dando la cara ante el invasor, demuestra la importancia de las cuestiones morales, en este caso el compromiso con tu patria, en los conflictos armados.
Quizás el teniente coronel Cerdó tenía razón y nosotros éramos los auténticos clasificados, sin idealizaciones, pero tampoco sin ridiculizar, sin caer en tópicos y hablando de lo que conocimos y vivimos y no de lo que nos han contado.