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Por lo visto, hay en marcha en los centros sanitarios públicos una campaña que anima a los mayores a vacunarse contra el virus del herpes zóster y ya proliferan en las redes los legionarios del apocalipsis con su teoría de que lo que quieren es que mueran los viejos. Los conspiranoicos se van reciclando y asimilan nuevas teorías a cual más divertida. A mí, que me encantan las conspiraciones y las películas apocalípticas, en cambio no me convencen estas ideas de ahora. Porque tienen múltiples agujeros. Y ya sabemos que, en lo cinematográfico y en lo literario, para que una trama funcione bien, nos lo tenemos que creer. Debe ser verosímil, aunque sepamos que es una enorme mentira. Y es que cuando surgió el coronavirus a finales de 2019 en China y cundió el pánico alrededor del mundo al inicio de la primavera siguiente, lo primero que hicieron los gobiernos fue incentivar la investigación para conseguir una vacuna. Incluso se produjeron algunos escándalos porque los mandamases y politicuchos de turno se vacunaron antes de que les tocara el turno. ¿Y cuál era ese turno? Los viejos primero. Cuanto más ancianos, mejor. Entiendo que si la intención de ese supuesto gobierno mundial en la sombra –Club Bilderberg y demás– fuera eliminar a la población de más edad, nadie habría tenido prisa por obtener una vacuna y, de hacerlo, habría sido no apta para mayores. Ellos eran la población más expuesta al riesgo del coronavirus y fueron los primeros en ser protegidos. Por eso esa teoría naufraga. Los poderosos del planeta tenían a su alcance el arma mortífera más adecuada para reducir a la tercera edad. Y la frenaron en seco. Murieron muchos, por desgracia, pero una mínima parte de los que habrían sucumbido sin su intervención.