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No es igual un racimo de bombas que las bombas de racimo, igual que no es lo mismo propalar racimos de mentiras que usar mentiras de racimo, capaces de fragmentarse en centenares de trolas. Y quien dice mentiras dice idioteces, porque en efecto, también hay idioteces de racimo, diferentes a los meros racimos de idioteces. Hace décadas que las bombas de racimo se utilizan con profusión en todas las guerras, y a racimos (dicen que EEUU y Reino Unido lanzaron un millón en la de Irak). Para eso sirven precisamente. Para arracimar muerte y destrucción en las guerras, y lograr ventajas estratégicas. Así que no tiene nada de raro que EEUU haya prometido a Ucrania cuantiosas remesas de estas bombas, sin contar con que ahora dichas bombas de racimo, por una cuestión gramatical de nomenclatura, también hieren muchas susceptibilidades. La ONU y numerosos países las prohíben, nuestra ministra de Defensa ha asegurado que Ucrania tiene derecho a defenderse, pero no así, y hasta el premier británico criticó esta medida de Washington, como si ellos, el Reino Unido, nunca hubiesen cometido tal barbarie, ni hubieran llenado Irak de racimos de racimos. Es indiscutible el tópico de que la verdad es la primera víctima de las guerras, pero no está de más añadir que según las verdades van desapareciendo del teatro de operaciones, a veces brotan otras ya olvidadas, ocultas por la hojarasca de eufemismos, las argucias conceptuales y los nombres de las cosas. Es el nombre lo intolerable. ¡Bombas de racimo! Menuda salvajada. Hasta la palabra racimo, salvo que se trate de uvas, cerezas o plátanos, tiene algo de macabro y excesivo. ¡Muerte en racimo! EEUU ha intentado justificar su decisión garantizando que tales racimos mortíferos no se usarán como, por ejemplo, los usó y usa Rusia en diversas guerras. «Se les dará un uso responsable», dicen muy convencidos, sin sospechar la majadería de racimo que acaban de soltar. ¡Uso responsable de las bombas de racimo! ¡Verdades de la guerra! Qué aportación a la teoría bélica del racimo, antiquísima por cierto. Aunque lo mejor para no herir sensibilidades sería cambiar el nombre de esos engendros. Bomba en grumo, o mejor aún, bomba solidaria.