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Según titulares, Palma prueba el primer autobús articulado de hidrógeno del Estado y cuenta ya con otros cinco no articulados. ¿Cuánto cuestan y cuántos autobuses eléctricos podríamos comprar por ese precio? Al menos tres por cada uno de ellos.

Producir hidrógeno tiene costes y otros impactos asociados que hay que tener en cuenta para hacer un uso eficiente. Hay que instalar parques solares que aporten la electricidad, que rendiría igual o más si se vertiera directamente en la red. Se necesitan entre 60 y 95 litros de agua por kilogramo de hidrógeno verde producido, a lo que hay que sumar la contaminación que genera el transporte que, por el momento, se hará en camiones desde la planta de producción de Lloseta hasta su lugar de uso en Palma y que ahora llega en barco desde la península.

Aunque mejore el tiempo de recarga y la autonomía respecto al autobús eléctrico, no parece tan claro que compense ni desde la protección del medio ambiente ni como mejora del servicio público.

Como señalan las plataformas ciudadanas ‘Renovables sí, pero así no’, la transición energética se afronta a golpe de negocio especulativo, sin valorar los impactos asociados ni definir necesidades reales y soluciones adecuadas, como ocurre también con la proliferación desenfrenada y desordenada de parques solares en terreno rústico. Necesitamos energías renovables, pero que respondan a una planificación desde la perspectiva del interés de la mayoría social. Se trata de un cambio fundamental de orientación que habrá que conquistar.