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Mira tú por dónde, el presidente de las fiestas bunga bunga se nos ha ido con ochenta y pico de años, seguro que en paz y tranquilidad, como no podía ser de otra manera. Y a fin de cuentas, ¿por qué debería ser distinto? Y es que una carrera política como la de Silvio Berlusconi hace pensar, y mucho, sobre todo teniendo en cuenta que su vida fue una serie de escándalos uno tras otro de todo tipo y todo pelaje, de los cuales las famosas fiestas bunga bunga solo fueron una mera curiosidad (porque a lo mejor es que yo soy un conspiranoico y no tengo ni idea de cómo funciona el mundo, pero cuando se habla tanto de alguien, siempre pienso en cuál será la verdadera naturaleza de esos escándalos, por aquello de que la realidad siempre supera a la ficción según mi exagerado criterio). Pero el hecho, incontestable, es que a Berlusconi lo votaron una y otra vez, que hizo y deshizo lo que le dio la gana, y que si bien llegó a estar cuestionado y/o encausado en algún momento determinado de su vida, todo eso debieron de parecerle minucias al lado de los logros que tuvo. Es decir, algo así como que una mujer le dijese a la cara que era un machista redomado y que él se quedara pensando en que de qué le estaba hablando, si lo que él tenía esperándole era una fiesta bunga bunga donde habría un montón de mujeres dispuestas a hacer lo que a él le diera la gana. Es decir, como esos y esas votantes que decidieron que lo mejor que podía ocurrirle a su país (una y otra vez) es que lo gobernase un tipo como él.